lunes, 27 de julio de 2009

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No recuerdo exactamente cuanto tiempo hace que quería irme a vivir sola, pero seguro que varios años.
Sería falso afirmar que nunca había podido. De hecho cuando tuve algo de plata ahorrada opté por irme a Europa con mi amiga Dani, y cuando mi sueldo finalmente me permitió independizarme, renuncié a ese trabajo.
Pero ultimamente las cosas fueron bastante diferentes. El último año la prioridad fue la casita propia, proyecto complicado cuando uno está sin laburo. Pero finalmente y gracias a una busqueda exhaustiva, conseguí un trabajo que me permitía mantenerme y me aboqué a la gran búsqueda.
Pensaba que era fácil. Pensaba que era divertido. Me equivocaba.
El primer obstáculo fue económico. Quien hubiera pensado la cantidad de requisitos para siquiera empezar a pensar en acercarse a una inmobiliaria? Un mes de depósito, más un mes de alquiler adelantado, más dos meses de comisión, más $500 para los certificados de la garantía, más una garantía en capital... Y todavía ni siquiera empezaste a pensar en pagar la heladera!!
Por suerte Daniela me pasó el contacto de una persona que alquilaba un departamento, dueño directo, exactamente en la zona que yo quería. Era solo de un ambiente, pero me ahorraba todos los gastos de la inmobiliaria. Lo fui a ver.
Cuando entré aún estaba la inquilina anterior con todos sus muebles. Me bastó un seguno para sentir que estaba entrando en mi casa. Desde ahí, todo era viento a favor.
Arreglé el precio. Arreglé que lo pintara ella y yo le pagaba el depósito (tema del que hablaré más adelante). Y el 9 de julio firmé el contrato.
La canilla perdía y tuve que llamar al plomero. La pared estaba (y está) comida por la humedad y pintada con satinol encima. No tiene estufa y me arreglo con un caloventor. Pero es mío!!
De a poco se fue llenando de cosas. Mis viejos me regalaron la heladera. Y la primera compra del supermercado. Y la cortina de baño. Yo me compré la cama y de a poco lo fui llenando de cosas.
Mi reino personal: la cocina. Es el ambiente que está como quiero y donde más me gusta estar.
A medida que pasen los días voy poniendo los obstáculos con los que me voy encontrando. Porque, a quién se le ocurre que al salero hay que ponerle arroz? Como me voy a imaginar que si quiero cocinar una tarta primero me tengo que comprar una tartera?

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